La quinta entrega de los talleres EduConect de este año 2024 ha tenido un componente eminentemente práctico, dirigido a familias especialmente y lleno de sugerencias concretas para tomar decisiones sobre cómo utilizar una parte de tiempo de la infancia: las actividades extraescolares.
Para hablar de ellas, presentado por Miguel Ángel Rodríguez, director de programas de juventud de Fad juventud, hemos contado con Alberto Soler, psicólogo con una amplia experiencia en educación familiar. Soler ha puesto un título a su charla que define muy bien su objetivo: Extraescolares sin perder la cabeza.
Con el fin de centrar el taller ha explicado qué es eso de “no perder la cabeza”. Sencillamente no entrar en una más de las discusiones polarizadas de este momento social, porque ni las extraescolares son total y absolutamente imprescindibles ni hay que intentar evitarlas a toda costa porque perjudican al desarrollo de los niños y las niñas…
Como en casi todas estas discusiones sociales generadas algo artificialmente, hay puntos intermedios y visiones que dotan a los discursos de cierto equilibrio.
Soler ha querido acotar el significado de actividad extraescolar, para centrar el resto de la charla. Se puede resumir como aquellas actividades que se hacen fuera del horario y académico, y se puede añadir algo que no es menos definitorio: que tienen como objetivo complementar el desarrollo académico, social, físico o emocional de niños y niñas.
A medida que van incorporándose a la educación primaria, empiezan a desarrollar habilidades más específicas y a mostrar interés por actividades que empiezan a implicar desafíos más complejos.
Analizando la evolución de estas actividades, nos muestra cómo han pasado de ser sesiones de refuerzo de las debilidades académicas, si hablamos de tres o cuatro generaciones atrás, a lo que son hoy, actividades destinadas a ampliar los intereses personales, ya sean académicos, de actividades más creativas y artísticas o de actividades físicas y deportivas.
De ahí que podemos afirmar que tal y como se entienden hoy las actividades extraescolares contribuyen el en enriquecimiento del desarrollo de los niños y las niñas, por lo que podemos desechar las teorías que las definen como algo puramente negativo que estresa y complica el desarrollo de la autonomía.
Algo a tener en cuenta, sin embargo, es que, al incorporar las actividades extraescolares en las agendas, por coste de oportunidad, desaparece parte del tiempo libre, y eso también hay que entrar a valorarlo a la hora de tomar decisiones.
Alberto Soler ha dedicado un momento a explicar cuáles son los beneficios que hay que perseguir a la hora de decidir a qué actividades deberían acudir nuestros hijos e hijas.
- El primero es el desarrollo de intereses, de curiosidades, de actitudes que no pueden ser cubiertas en las escuelas.
- El segundo beneficio evidente es el que procede de las relaciones sociales, la socialización con iguales en actividades que despiertan el interés de ese grupo de personas. Manejando los códigos de esa actividad, que ayudan a crear grupo y a compartir afinidades. Aquí se ha detenido para hablar de algunas actividades concretas que, por sus características particulares, cumplen especialmente con este beneficio, como el teatro, la danza, las actividades de deporte de asociación…
- El tercero beneficio de esta lista es el aprendizaje de una autodisciplina personal. Aceptar la actividad desde la responsabilidad que se deriva de ella. Algo que se entiende muy evidente en actividades de deporte grupal, o artísticas grupales, como una banda de música, pero que se pone en práctica en cualquier otra que se decida.

La elección de una actividad extraescolar puede definir sus gustos futuros y contribuir e en la construcción de su personalidad
Tras valorar estos beneficios, Soler ha explicado las diferentes oportunidades de aprendizaje en función de las edades, teniendo siempre en cuenta algo en lo que ha incidido varias veces a lo largo de la charla, y es que, muchas veces, muchas familias precisan de las actividades extraescolares más como recurso de conciliación de horarios familiares que como necesidad educativa y de desarrollo personal.
Nuestras hijas e hijos no están aquí para que proyectemos nuestras ambiciones y gustos en sus personalidades
En cualquier caso, es importante valorar la etapa de crecimiento de quien va a beneficiarse de la actividad, porque, por ejemplo, para menores de seis años, a su juicio, la mejor actividad extraescolar posible es el parque. Y ahí no hay dirección adulta, sino lo que se podría llamar una supervisión de vigilancia.
A medida que van incorporándose a la educación primaria, empiezan a desarrollar habilidades más específicas y a mostrar interés por actividades que empiezan a implicar desafíos más complejos.
Aparecen los intereses por la ciencia, la tecnología, el arte, algún deporte concreto…
Y aquí es donde esa elección puede definir sus gustos futuros y, si ese interés sigue evolucionando, pueden llegar a contribuir en forma muy notable en la construcción de la personalidad del chico o la chica adolescente.
Continuó Alberto Soler con las ideas para ayudar a tomar decisiones. Dividiendo las actividades extraescolares en tres grandes bloques: las motoras, las alternativas y las cognitivas. En función de las que se elijan, las necesidades de descanso serán diferentes, el tiempo que se utilice también lo será y por lo tanto restará tiempo de otras necesidades, como el estudio o el disfrute de tiempo libre, y eso son cosas que hay que tener en cuenta.
También se ha detenido a reflexionar sobre si es o no oportuno elegir actividades extraescolares para complementar las materias en las que el niño o la niña flojea en el centro escolar. Los refuerzos de matemáticas, o de inglés… Su visión es que hay que pensarlo mucho, pues tal vez le ayudaría más incorporarse a actividades en materias en las que tenga oportunidad de brillar, o, si no tanto, al menos disfrutar.
Otro punto a tener en cuenta es que nuestras hijas e hijos no están aquí para que proyectemos nuestras ambiciones y gustos en sus personalidades. Vayamos con cuidado con nuestras expectativas y ambiciones. Lo fundamental es que estas actividades sean un tiempo de disfrute, un tiempo en el que volcar sus intereses y satisfacer sus curiosidades.
Una vez puestas todas estas premisas sobre la mesa, Alberto Soler contestó a “la gran pregunta”: entonces ¿Qué es lo razonable?
Y la respuesta pasa por muchos puntos que, si se tienen en cuenta, será muy difícil no acertar.
En definitiva, este taller eminentemente práctico, resultará de gran ayuda a quienes tengan dudas o no tengan la opinión totalmente definida sobre la necesidad y oportunidad de incorporar alguna actividad extraescolar en la organización vital de sus hijas e hijos.